- Antes de la introducción ¿qué es la conclusión de un ensayo?
- Introducción del ensayo: por qué es importante
- Cómo tiene que ser la introducción de un ensayo
- Introducción de un ensayo: estilo y tono
- Consejos para hacer la introducción de un ensayo
- Errores más frecuentes al hacer la introducción de un ensayo
- Ejemplos de introducción de ensayo
- Preguntas Frecuentes
- Continuar leyendo
Hacer un ensayo es uno de los trabajos más habituales en muchas asignaturas universitarias. Esto se debe a que requiere de un pensamiento crítico por parte del alumno, además de una buena capacidad de expresión y conocimiento de su estructura.
Su objetivo principal es dar un punto de vista personal e informado, lo que exige conocer la contextualización y las fuentes en torno al tema principal a tratar en el ensayo.
Antes de la introducción ¿qué es la conclusión de un ensayo?
En un ensayo, la conclusión es la última parte de la estructura del ensayo, en estrecha relación con la introducción, que es la primera. Entre ambas existe una relación de coherencia, ya que las ideas que se presentan en la introducción, deben poder hallar su respuesta en la conclusión.
Esto no es algo que se produzca siempre de forma orgánica: a veces resulta más fácil escribir las conclusiones y, a partir de ellas, la introducción. Recuerda que porque la introducción vaya coloca primero, no quiere decir que tú tengas que escribirla en primer lugar. Puedes dejarla para el final (de hecho puede resultar recomendable).
Introducción del ensayo: por qué es importante
La introducción de un ensayo es importante por varios motivos, comenzando porque será el primer contacto del lector con tu trabajo y, por lo tanto, es determinante para que siga leyendo o descarte la lectura.
- Contexto: qué tema trata, desde qué punto de vista y por qué es relevante;
- Justificación: para qué sirve, cuál es su objetivo y qué aporta al lector;
- “Gancho”: por qué es un tema de interés para el lector.
Cómo tiene que ser la introducción de un ensayo
La introducción de un ensayo debe “situar” al lector y “engancharlo”. Aunque hay cierta libertad de estilo, lo más habitual es que el ensayista estructure la introducción del ensayo en las siguientes partes lógicas:
Presentar el tema
La introducción debe aportar una visión general sobre el tema a tratar, dejando claro al lector cuáles son los antecedentes y el contexto actual de los hechos que se presentan.
Una buena introducción de ensayo también debe definir las ideas o conceptos clave que se van a manejar, con una idea o tesis principal y otras secundarias que deben quedar muy claras. Los argumentos deben jerarquizarse a partir de la definición de una tesis principal y otras tantas secundarias que sirvan para respaldarla durante el desarrollo del ensayo.
Contextualización y antecedentes
Una vez definida con claridad la idea principal en torno al ensayo, se deben dejar claros:
- Los antecedentes: qué hechos, actuaciones o ideas han motivado el contexto actual
- El contexto: cuál es la situación en la que se desarrolla la tesis planteada en el ensayo
- La postura a defender: cuál es la línea argumental central que se va a seguir y en qué dirección
Aclarar estos puntos dotará de coherencia al ensayo y también contribuirá a mostrar la exhaustividad y originalidad del hilo de pensamiento presentado con él.
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Delimitación: sobre qué trata y sobre qué no trata este ensayo
Caer en la divagación es uno de los problemas más frecuentes en los ensayos. Para que esto no ocurra, todas las ideas y conceptos presentados deben ir dirigidos a un objetivo y dejar claro cuál es su alcance general. En pocas palabras: tan importante es decir en la introducción cuál es el tema de nuestro ensayo, como cuáles son sus límites.
Por ejemplo, citar las fuentes de información utilizadas y cuáles se obviarán, es una buena forma de dejar claros los límites de un ensayo.
Cómo hacer un ensayo atractivo
La introducción es determinante en todo en ensayo por una razón: con su lectura el público determina si es interesante o descartable. De ahí la importancia de que la introducción se escriba con un estilo sugerente y que logre captar su interés.
- Despertar la curiosidad
- Utilizar: anécdotas, citas relevantes, preguntas provocativas…
- Apelar a lo que el lector ya conoce y le es familiar, para profundizar en ello
Lo más habitual es hacer una presentación intrigante, lanzando preguntas o cuestiones no resueltas y dejando respuestas en el aire que motiven que el lector continúe leyendo para responderlas.
Estructura de la introducción del ensayo
La introducción es solo una de las partes del ensayo, pero tradicionalmente cuenta con su propia estructura, que atiende a un orden lógico de presentación de las ideas.
- Motivación: por qué se escribe el ensayo
- Contextualización: en qué circunstancias
- Definición de la tesis principal y secundarias
- Establecimiento de límites
Al final, la introducción debe funcionar como un anticipo de lo que se encontrará el lector, anunciando las preguntas que se resolverán en su desarrollo y el orden en que el lector puede esperar encontrarlas.
Introducción de un ensayo: estilo y tono
La introducción debe tener un tono persuasivo y convincente, pero sobre todo debe adaptarse al tipo de lector al que se dirige. Actualmente existen muchas clases de ensayo diferentes, sin embargo, incluso en los ensayos más técnicos y especializados, el autor debe buscar conectar con el público en un espectro lo más amplio posible.
- Utilizar un tono corrector, sencillo y respetuoso con el lector
- Transmitir confianza y autoridad
- Resultar fácilmente comprensible en diferentes niveles de profundidad
- Evitar cualquier estructura, recurso o tecnicismo especializado que dificulte la comprensión
- Busca el equilibrio: por cada aspecto negativo o controvertido, destaca otro positivo y conciliador.
- Haz que cada párrafo contenga ideas o conceptos nuevos, que no se repitan en ningún otro lugar del texto.
Lo mejor es simplificar al máximo las frases y estructurar muy bien los párrafos, para que las transiciones entre ideas resulten sencillas y coherentes. La fluidez es uno de los aspectos más valorados a la hora de expresar ideas. Además, con un uso del lenguaje sencillo es menos probable llegar a malinterpretaciones o provocar confusión en el lector.
Consejos para hacer la introducción de un ensayo
Los ensayos son textos sesudos, pero también muy íntimos: el ensayista apela directamente a la comprensión del lector, en un tú a tú que se da en pocos textos académicos. Además, las ideas que se expresan en un ensayo son bastante personales, por lo que establecer una conexión emocional con el lector es casi inevitable.
- Sé muy claro y conciso. Exprésate con pocas palabras, pero bien elegidas.
- Evita dar rodeos y utiliza un tono directo para expresarte.
- Despierta el interés de tus lectores estableciendo una conexión personal con ellos, por ejemplo a partir de una anécdota.
- Apela a la curiosidad por ideas nuevas, respaldándote en ideas ya conocidas, como una cita de un personaje famoso y conocido.
- Deja claro qué aspectos no trata tu ensayo y menciónalos de forma directa. Esto generará en el lector una sensación de honestidad por tu parte.
Buena parte de la motivación del lector para seguir leyendo se basará en la complicidad y confianza que desarrolles con él en la introducción. En gran medida, un ensayo es un “toma y daca” y no un simple enunciado de nuestras ideas. Por eso es importante tratar de contagiar al lector de tu propio interés, hacerlo partícipe de tus ideas y considerar cuál puede ser su punto de vista ante tus líneas argumentales.
Errores más frecuentes al hacer la introducción de un ensayo
La falta de fluidez en la expresión de conceptos o la mala transición a la hora de incluir las definiciones de los argumentos principales, son dos de los errores más frecuentes al hacer la introducción de un ensayo. Pero no son los únicos:
- Tesis principal difusa: alargarse, divagar o resultar impreciso al definir la idea principal del ensayo genera confusión y anticipa una línea argumental farragosa e incomprensible.
- Limitarse a generalidades: no es necesario que el ensayo que escribimos trate sobre problemas sociales de primer orden mundial, pero sí que tenga perspectiva, enmarcando nuestros intereses en la realidad. Si se centra en un ámbito o problema muy específico que para muchos pueda resultar fútil, no importa, siempre y cuando lo trates con ingenio y en profundidad.
- Apabullar con antecedentes históricos: remontarse a las cavernas resulta aburrido y superficial. Es importante escoger antecedentes relevantes y significativos para el tema que tratamos, indagando en otros hilos de pensamiento anteriores que también hayan tratado nuestro tema.
- Generar expectativas vanas: aunque tires de datos sorprendentes para llamar la atención del lector, asegúrate de que estos refuerzan tu línea de pensamiento y no se quedan en un mero chascarrillo para impactar.
- Abrumar con datos e información innecesaria: citar bien las fuentes evita tener que incluir muchos datos que hacen la lectura muy pesada. Al dar una referencia ya demuestras conocerla: no redundes en ella aportando datos innecesarios.
- No anticiparse: dar a leer a personas de tu entorno el ensayo te permitirá ganar perspectiva sobre las impresiones que provocará y las objeciones o dudas que puedan surgir ante tus líneas argumentales.
- Repetirse, exagerar y caer en generalidades: basarse en datos sin fundamentos sólidos, redundar en ideas o matices, hacer afirmaciones simplistas o exageradas, usar clichés o utilizar un tono pretencioso resta credibilidad al ensayo y pone al lector en contra.
La desorganización es otro gran problema habitual en la introducción de los ensayos. Y es que un ensayo no es una explosión de ideas, sino una estructura que las organiza de forma lógica y secuencial, para que el lector pueda seguirlas y entenderlas.
Organizar la información en frases cortas y bien estructuradas, con párrafos breves y que sigan un orden coherente es la mejor forma de garantizar claridad en un texto de este tipo. Por último, no olvides que la introducción es solo eso: una introducción. No debe extenderse más allá de un 10% del total del ensayo.
Ejemplos de frases para empezar la introducción de un ensayo
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Nuestro consejo es que partas de una de las 4 estrategias para iniciar un ensayo que te hemos propuesto al inicio de esta guía para suscitar la curiosidad del lector:
- Anécdota o breve historia:
En la Inglaterra victoriana, un niño de 6 años comenzaba su jornada laboral levantándose en plena noche para esperar ante la puerta de la fábrica. A veces durante horas. El miedo a llegar tarde y perder el empleo…
- Cita:
“En un estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres” Suetonio.
- Pregunta:
¿Hasta qué punto las prendas que feminizan el cuerpo empoderan a las mujeres o lo constriñen aún más en una sociedad machista?
- Dato espectacular:
Si Castilla y León fuese un país, estaría entre los 20 más extensos de Europa, por delante de Austria o el vecino Portugal.
Ejemplos de introducción de ensayo
Hay muchos tipos de ensayos (literarios, de opinión, científicos, narrativos, críticos, históricos…) lo que implica que el estilo debe adaptarse a cada uno de ellos. Sin embargo, todas sus introducciones coinciden en presentar un orden similar y recurrir a las mismas estrategias que hemos aludido anteriormente. Veamos cómo funciona con algunos ejemplos de introducción de ensayo:
Ejemplo de introducción de ensayo filosófico
Umberto Eco, Ensayo DE LOS ESPEJOS. 1985.
“Introducción. La imagen refleja, ¿es un signo?
Los espejos, ¿son un fenómeno semiósico? O son signos las imágenes reflejadas en la superficie de los espejos? Quizá estas preguntas no tuvieran sentido, en el sentido de que el sentido común exigiría responder que los espejos son espejos. En cualquier caso, no es ocioso plantearse la cuestión: podría tener poco sentido descubrir que también las imágenes especulares son signos, pero podría tener más descubrir que no lo son y por qué. Aun admitiendo que lo supiéramos todo sobre los espejos, excluirlos de la categoría de los signos podría llevarnos a definir mejor un signo (al menos por lo que no es).
Naturalmente, antes habría que determinar qué se entiende por «signo» y por «espejo». Pero enseguida surge la cuestión de si no estarán vinculadas las dos definiciones en cierto modo, y circularmente: de modo que no sabríamos si partir de los espejos para definir los signos o de los signos para definir los espejos.
¿Qué nos asegura que la definición de signo de que partimos no esté construida ya de tal modo que excluya los espejos? Más fácil parecería partir de los espejos (de los que se asume que la óptica hable ya de forma objetivamente incontrovertible): pero también definir qué es un espejo, excluyendo lo que no es, puede depender de ciertas asunciones previas, aunque inconfesadas, sobre la naturaleza de los fenómenos semiósicos en cuanto diferentes de los especulares.
Para establecer una prioridad no existen argumentos filogenéticos válidos. Parece demostrado que el hombre es un animal semiósico, pero decirlo no excluye que lo sea justamente en virtud de una experiencia especular ancestral. Cierto es que el mito de Narciso parece poner en escena un animal ya hablante, pero ¿hasta qué punto podemos fiarnos de los mitos?
Desde el punto de vista filogenético, esta cuestión es afín a la del huevo y la gallina o a la de los orígenes del lenguaje. A falta de buenos datos sobre el «momento auroral» de la especie, conviene callar. También desde el punto de vista ontogenético las garantías son escasas. Por un lado, nos cuestionamos si la semiosis funda la percepción o la percepción funda la semiosis (y, por lo tanto, si la semiosis funda el pensamiento o viceversa). Las reflexiones de Lacan sobre la etapa del espejo nos sugieren que percepción (o, al menos, percepción del propio cuerpo como unidad no fragmentada) y experiencia especular van a la par. Y he aquí que percepción, pensamiento, conciencia de la propia subjetividad, experiencia especular, semiosis, aparecen como momentos de un nudo inextricable, como puntos de una circunferencia a la que parece arduo asignar un punto inicial.”
Ejemplo de introducción para un ensayo histórico:
Alba Nidia Sánchez Baltazar. Realismo contemporáneo y modernidad en el cine de la frontera norte de México. Ñawi vol.7 no.1 Guayaquil ene./jun. 2023
“1. INTRODUCCIÓN
Aunque se le reconoce al cine el potencial que tiene como medio para el registro de la realidad, aún genera puntos de vista muy diversos respecto a la discusión y el cuestionamiento sobre su compromiso con las representaciones y con la idea de verdad. Con las tendencias modernas y posmodernas en la producción cinematográfica, las fronteras entre los géneros y las narrativas, así como las influencias de vanguardias, propician que las reglas establecidas por el cine clásico apegado a ciertos estándares y a cierta linealidad, a la delimitación clara entre géneros y estilos se rompan en diversos niveles o impactos.
El documental poco a poco ha perdido su exclusividad con lo real y verdadero, mientras que la ficción lo ha hecho respecto a lo falso o lo imaginativo. Hoy en día, es mucho más común encontrarse con propuestas que se desvían de esta tradición y apuestan por el entrecruzamiento entre géneros, por los saltos y quiebres temporales, la yuxtaposición de estilos, la invención de tiempos, la autorreferencia, lo metacinematográfico, la hibridación, etc. Lo real y lo ficcional, el presente y el pasado, se relacionan de formas distintas como parte de un mismo plano, ya no como oposiciones ni como contradicciones, sino como constitutivos uno del otro.
En este sentido, podría parecer arriesgado aventurarse en el análisis de lo social a partir de productos cinematográficos, adentrarnos a lo real a partir de la ficción o tratar de entender nuestro presente a partir de la invención de la historia. Pero, tal como lo describe Marc Auge, los relatos son siempre “el fruto de la memoria y del olvido, de un trabajo de composición y de recomposición que refleja la tensión ejercida por la espera del futuro sobre la interpretación del pasado” (1998, 47).
Así, este documento -que se extrae de los avances de la investigación para el posgrado en que me encuentro y, por lo tanto, que se concibe con un proyecto aún en construcción y reformulación, en diálogo constante-, a través de la revisión y análisis de la película La Paloma y el Lobo (Lenin, 2019), se interesa en explorar en la manera en que el cine permite indagar, no sólo en los testimonios y ruinas de un pasado lejano, ni en su contribución al análisis de representaciones o registros históricos, sino que, a partir de algunas propuestas del cine más actual en el que las fronteras entre tiempos y capas de realidad se han difuminado, podemos aproximarnos a hallazgos del presente desde “una suerte de realidad simultánea a la nuestra, que nos permite figurar e interpretar el mundo en el que vivimos, acercarnos a él desde otras miradas, adoptar una nueva perspectiva, reconfigurar el testimonio y la memoria que dejan sobre el presente” (Urrutia & Fernández, 2020).
En pocas palabras: se espera, a través de huellas y vestigios que quedan en las imágenes del presente, adentrarnos en el devenir histórico de regiones como las de la frontera norte de México que se registra en la cinematografía más actual para permitirnos, entonces, conocer nuestro propio presente, que, de otra forma, parecería comprensible sólo a la distancia en el tiempo. Para ello, se explora en las estrategias que este cine ha tomado del realismo en su intento por acercarse, comprender e interpretar la realidad de estos espacios. “
Ejemplo de introducción para un ensayo crítico
Leonardo Viniegra-Velázquez. Educación y conocimiento liberador. Bol. Med. Hosp. Infant. Mex. vol.80 no.1 México ene./feb. 2023 Epub 27-Feb-2023.
“Introducción
«No puedo enseñar nada a nadie, solo puedo hacerles pensar.»
Sócrates
«Solo podemos conocer de los objetos lo que hemos depositado en ellos.»
«Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros.»
Immanuel Kant
Relacionar educación y conocimiento podría parecer una obviedad; no obstante, dada su polisemia, un tratamiento riguroso de ambos vocablos requiere, por razones de espacio, acotar y precisar significados como condición de factibilidad de este trabajo. Para tal efecto se parte del aforismo sobre el ideal de la educación que ha inspirado a pensadores y que, al menos en lo discursivo, aún goza de aceptación. Lo fraseamos así: «forjadora de las fuerzas liberadoras hacia el progreso de la condición humana». Este aforismo realza el papel formativo y movilizador de la educación en la búsqueda del progreso que implica, necesariamente, el desarrollo del pensamiento crítico como base de un conocimiento liberador. El problema para avanzar en esa dirección surge cuando concienciamos que la idea de progreso predominante de nuestro tiempo reduce la superación de la condición humana a su connotación material y deja de lado el vacío existencial de sociedades deshumanizadas, privadas de auténticos valores de convivencia, con enormes y crecientes desigualdades, perpetradoras de la devastación planetaria en curso.
En este trabajo, el progreso de la condición humana se concibe como «florecimiento de los valores implicados en la superación espiritual, intelectual, moral y convivencial de las colectividades en armonía con el ecosistema planetario»1, y lo designamos progreso dignificante; tal progreso, considerado como la razón última de la educación, será el trasfondo del desarrollo de este ensayo. Para entrar en materia, estas interrogantes alusivas al aforismo: ¿la educación que prevalece a escala global lo encarna?, ¿cómo entender la condición humana?, ¿qué es el pensamiento crítico?, ¿qué caracteriza a la educación que lo desarrolla?, ¿qué implica ese desarrollo para los distintos niveles educativos?, ¿qué caracteriza al conocimiento liberador? Las respuestas a estas preguntas serán el hilo conductor de este trabajo.”